viernes, 10 de diciembre de 2010

El comienzo de algo nuevo...

Y sí, hoy comencé una nueva historia y se las dejo.

Miré por la venta de mi habitación y allí se encontraba, oscuro era el destino del objeto que sostenía inerte en las sombras, tratando de hacerlo pasar desapercibido, pero a mi esos detalles no se me escapaban, nunca lo hacían.

Movió la cabeza hacia la derecha tranquilamente, como intentando percibir algo a la lejanía, como alguien que avista algo que no esperaba ver, pero tiene la astucia suficiente como para calmar su incertidumbre… O tal vez no, quizás fuese una seña imperceptible hacia un colaborador, o tal vez sea yo quien me maquino en demasía.

Cerré la ventana rápidamente, en todo caso qué me importaba a mí lo que hiciera un total desconocido en la vereda de enfrente, un día particularmente frío y oscuro, en el que a nadie se le ocurriría salir, bueno, en realidad es obvio que a alguien sí. Sea quien sea ese sujeto (que cabe aclarar, no me importa, digo, por si las dudas) muy cuerdo no debería estar.

No importa ya está, a seguir con la vida.

Me recosté en la cama miré al techo y cerré los ojos, que día particularmente aburrido.

“¿Hola?” “¿Verde eres tú?” “¿Eh…? ¿Quién se supone que es?” “Yo… no sé…” “Ah, estamos como queremos”

Verde movió su variopinto cabello con una mano, hacia el costado. Exhibió una enorme y hermosa sonrisa blanca, parpadeó dos veces y me tomó la mano.

-Vamos a ver un que hay por aquí…-Dijo mientras examinaba mi extremidad, yo la miraba perpleja, sin entender realmente quién se suponía que era Verde, por qué conocía su nombre, quién era yo y cómo diablos iba a solucionar algo con que la habichuela me viera la mano.

Preguntas sin respuesta supongo.

-Ah, sí bueno… ajá- gesticulaba Verde sin sentido.-Te vas a morir mañana.-dijo inexpresiva.

La miré con cara de espanto, pegué un grito, sentí que me caía, pero Verde me retuvo.

Mi cara estaba lívida, lo supe por su rostro. La miré y me devolvió al momento la mirada, para sonreír al momento.

-Jajaja ¿Así de crédula eres que crees en todo lo que te dicen? A ver si aprendemos a diferenciar la realidad de una fantasía que va siendo hora de levantarse.

Y me desperté, no sé cómo, no sé porqué, pero estaba segura de mi auto convencimiento, de que me perseguía demasiado, pero ahora me sonaba ilógico no creer en mi misma.

Me levanté y miré por la ventana.

Maldita sea la hora, maldita sea.

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